Ruta cervecera por Valonia (parte VI): Abadía de Maredsous, Museo de la cerveza belga en Lustin, Dinant y el Museo Leffe


El cuarto día de la ruta cervecera por Valonia, tras dejar atrás Chimay, me tenía que llevar hasta la bella ciudad de Dinant, en el corazón de la provincia de Namur. De camino a la ciudad natal de Adolph Sax, el inventor del saxofón, el programa de la jornada comenzaba con una visita a la abadía de Maredsous, artífice de una de las mejores cervezas de abadía que hay en Bélgica, y cuyo prestigio ha llegado a traspasar las fronteras belgas.




Lo primero que llama la atención tras llegar al complejo de la abadía de Maredsous, es el magnífico entorno en el que se encuentra ubicada, un auténtico paraje idílico repleto de prados y bosques que rodean la abadía rebosando verdor, en el centro del valle de la Molignée, un afluente del río Meuse, en la provincia sureña de Namur, a tan solo 21 km de la bella Dinant. Aparte, los imponentes edificios de estilo neogótico que forman parte del conjunto de la abadía, y que sobresalen por encima de las copas de los árboles, dan la bienvenida al visitante, emanando una sensación de plenitud con una marcada espiritualidad que no deja indiferente al visitante.


Exterior del centro de recepción de visitantes de la abadía de Maredsous, donde se puede observar su espaciosa terraza.

Tras aparcar en el parking destinado a las visitas me dirigí hacia el centro de recepción de visitantes St. Joseph donde tenía concertada una cita con quien iba a ser mi guía personal durante mi visita, M. Mattelart. Construido manteniendo la estética de todo el complejo, el centro de recepción de visitantes cuenta con una agradable terraza exterior donde es posible comer y degustar las variedades de cervezas elaboradas con el nombre de Maredsous, así como los quesos de la abadía y demás platos preparados en el restaurante situado en el interior. 

En el interior del centro de recepción de visitantes es posible adquirir productos gastronómicos de la región, donde destacan los quesos.

El centro de visitantes cuenta además con varios salones interiores donde se puede comer en caso de que la climatología no acompañe, una tienda donde es posible adquirir los productos elaborados con el sello de la abadía, y otros productos de la tierra donde destacan especialmente las cervezas y los quesos, y una tienda librería donde se venden objetos religiosos y souvenirs entre otros artículos. También es el lugar donde los visitantes pueden encontrar toda la información sobre la abadía, su entorno, y los lugares de interés de la comarca que rodea la abadía. De allí parten los tours guiados para visitar abadía, que por tan sólo 2,50 euros permiten recorrer las distintas estancias como la iglesia, el claustro o la sala capitular entre otros.

La abadía y su historia...

La abadía de Maredsous fue fundada en el año 1872 por monjes benedictinos alemanes originarios de la abadía de Beuron (bajo la dirección de Hildebrand de Hemptinne que era un monje de procedencia belga en el monasterio alemán, y que más tarde se convirtió en el abad de Maredsous) siendo una de las primeras en restablecerse en Bélgica, tras los periodos de la Revolución Francesa y Napoleónicos. La Abadía Maredsous es miembro de la Congregación de la Anunciación de la Confederación Benedictina y en la actualidad son 32 los monjes que viven en la abadía rezando y trabajando, siguiendo la regla de San Benito ("ora et labora") que rige su vida monástica. El edificio que podemos contemplar actualmente se encuentra construido en una interpretación particular del estilo neogótico. Obra del arquitecto Jean Baptiste Béthune, la abadía de Maredsous representa la visión que se tenía en el siglo XIX de la arquitectura medieval y lo que debía ser un edificio religioso que pudiese ser el hogar de una comunidad monástica, por lo que caminando por sus pasillos, patios y estancias, vemos representados los valores de la orden monástica benedictina a la cual pertenece la abadía. 


Grandiosa y al mismo tiempo austera fachada de la iglesia de la abadía de Maredosus.

El diseño del edificio y la distribución de sus estancias responde al de la abadía cisterciense de Villers-la-Ville (Bravante valón) del siglo XIII, que fue tomada como modelo. A pesar de que la planificación del edificio y el diseño de gran parte de la ornamentación y mobiliario se debe a Jean Bauptiste, los frescos que decoran algunas partes de la abadía se deben en este caso a la influencia alemana de la abadía de Beuron que supervisó los trabajos en esta parcela de la mano de Didier Lenz.

La paz reina en el interior del bello claustro neogótico de la abadía de Maredsous.

Precisamente este vínculo germánico le valió a la abadía un salvoconducto virtual, durante las dos Guerras Mundiales, que evitó que fuera destruida y saqueada por el ejército alemán, como sucedió con otros monasterios y fábricas de cerveza belgas.

Hoy en día, la abadía ostenta un reconocido prestigio como centro de conocimiento y estudios teológicos sobre la Biblia, con una biblioteca que alberga más de 400.000 volúmenes, manuscritos, y diferente publicaciones que versan sobre leyes religiosas, aspectos litúrgicos, historia de monasterios y otros temas religiosos.


Las cervezas...


A pesar de la tradición cervecera de la abadía en el pasado y a diferencia de los monasterios trapenses productores de cerveza, desde 1963 ya no se fabrica cerveza en el interior de la abadía, sino que se realiza en una fábrica externa bajo licencia del grupo Duvel Mortgaat. Pero a pesar de que los monjes no están directamente involucrados en el proceso de elaboración, las cervezas Maredsous que se fabrican actualmente aún conservan nexos de unión con el pasado cervecero de la abadía y preservan la filosofía benedictina, llegando a destinar parte de los beneficios obtenidos por la venta de la cerveza a obras de caridad. La receta empleada para las elaboración de las cervezas de Maredsous, aún hoy en día continúa siendo la receta original del padre Atout, que ha sido guardada celosamente como el mayor de los secretos, y cuya copia manuscrita aún se conserva en la biblioteca de la abadía.

En el centro de recepción de visitantes, es posible llevarse las 3 variedades en prácticos y atractivos packs que incluyen una copa de regalo.

El portfolio de cervezas de Maredsous se compone de 3 referencias: la blond, la brune y la tripel. En principio las tres variedades se elaboran siguiendo el mismo proceso, y utilizando las mismas cepas de levadura registradas y las mismas variedades de lúpulo (Saaz y Styrian Goldings), sufriendo una segunda fermentación en botella en todos los casos. El resultado es un trío de cervezas que comparte un marcado sabor afrutado y un elegante toque de levadura, aunque también mantienen obvias diferencias entre ellas, al margen del creciente contenido en alcohol, oscilando entre los 6º y 10º.

También es posible adquirir cada una de las variedades por separado. Especialmente llamativas resultan las botellas de 75cl.

La Maredsous Blond 6, la más ligera y accesible de las tres variedades. Se trata de una blond típica de abadía, muy bien equilibrada y de cuidada factura. De gusto semidulce y algo especiado, de cuerpo medio y notas a levadura resulta fácil de beber.
Es una cerveza que se puede beber bien sola, o acompañada de comida, e incluso como cerveza de sesión para consumir a diario, aunque con cierta moderación por su contenido alcohólico de 6º.

La Maredosus Brune 8, destinada a ser la edición especial para la temporada de Navidad, ha visto crecer su popularidad hasta convertirse en una cerveza de consumo habitual. Todo un clásico dentro del género de las cervezas de abadía, que puede ser disfrutada en cualquier momento del año. Se trata de una cerveza de tonos oscuros y sabores caramelizados a malta tostada y frutos secos, junto con suave café, pasas y un final seco, todo dentro de un perfecto equilibrio. Una cerveza que mejora con el tiempo, aunque no esté pensada específicamente para madurar durante prolongados periodos en botella.

La Maredsous Tripel 10, suele resultar la preferida de los más cerveceros y conocedores del género. De un color ámbar intenso y muy aromática, con matices de levadura, toffee, azúcar y cítricos destaca por su gran sabor y potente cuerpo, resultando un gran exponente dentro del estilo al que pertenece. Su elevado contenido alcohólico con 10º, aún siendo perceptible, en especial al final, no enmascara sabores ni distorsiona el conjunto.

El aperitivo ideal que sirven en la cantina del centro de recepción de visitantes. Una magnífica forma de conocer las 3 variedades de cerveza de la abadía, acompañadas de un queso de fino sabor.

Para los visitantes de la abadía la opción ideal es la degustación que se puede pedir en el restaurante/cafetería del centro de recepción de visitantes de St. Joseph, acompañados de un cuenco con taquitos de queso. Tras la finalización de la visita es la guinda perfecta.

La fabricación de queso es otra de las tradiciones gastronómicas de la abadía, y que se deben al igual que en el caso de la cerveza al padre Atout, cuyas recetas para la elaboración de los quesos se encuentran guardadas en la abadía, custodiadas por el abad Bernard Lorent y los monjes de la comunidad, quienes se encargan de mantener viva la tradición quesera de la abadía, que ha permanecido inalterable durante siglos.

Ficha Resumen:
Nombre: Abbaye de Maredsous
Año de creación: 1872
UbicaciónDenee (Rue de Maredsous 11, B-5537)
Webhttp://www.maredsous.be/
Cervezas: Maredsous 6 (blond), Maredsous 8 (brune) y Maredsous 10 (triple)
Permite visitas: Sí. Por sólo 2,50 euros, los adultos, 2 euros jubilados y estudiantes y 0,50 euros niños entre 12 y 18 años, es posible hacer un recorrido por diferentes estancias de la abadía, como la iglesia o el claustro, que parte del centro de visitantes de St.  Joseph.
Cervecería/sala de degustación: Sí. Varios grifos con las 3 variedades en botella. También es posible adquirir diferentes estuches de regalo y packs con las cervezas de la abadía, así como por separado. Hay cocina, y posibilidad de degustar otros productos de la abadía y la comarca al margen de la cerveza..
Ciudad(es) visitable(s) en las proximidades: Dinant.

Museo de la cerveza belga de Lustin...

La siguiente parada en la ruta de la jornada era el Museo de la Cerveza Belga, situado en la pequeña localidad de Lustin, (rue de la Gare 19), no muy lejos de la bella Dinant. Se trata de un pintoresco lugar, que no suele figurar en las guías de turismo, aunque a mi particular juicio y al de otros muchos coleccionistas de breweriana, repartidos por todo el mundo, es una visita que no debería faltar en la agenda de los amantes de la cerveza belga y su historia.

El edificio que alberga el museo-café de la cerveza belga de Lustin.

El museo es la manifestación de una pasión por la cerveza belga, por parte de su fundador, Christianne Lejeune, quien vive en el propio edificio donde se ubica el museo, desde 1979. Christianne, además de ser el conservador del museo, es el presidente de la asociación sin ánimo de lucro "Guilde des tâte-bière"  que él mismo fundó a raíz de su impresionante colección cervecera, con el  objetivo de intentar custodiar el patrimonio de la cerveza belga y promocionarla. 

Impresionante aspecto de una de las salas del interior del museo, donde se acumulan miles de botellas en paredes y estanterías.

El museo en realidad se trata de una colección privada, perteneciente al propio Christianne, formada por más de 20.000 botellas y 15.000 piezas de cristalería cervecera entre copas, jarras y vasos de cerveza belga. Entre sus piezas se encuentran algunas de gran valor y antigüedad, como una botella de 1830, la más antigua de la colección, u otra botella, en este caso llena, con su contenido original, procedente de 1944. Sin duda, una de las colecciones cerveceras más valiosas de Europa y todo el mundo.

Impresionante colección privada, donde las botellas y jarras prácticamente alcanzan el techo del local.

Resulta asombroso contemplar las numerosas estanterías repletas de botellas de cerveza, donde parece que no resulta posible que quepan más. A pesar del aparente desorden, las botellas se encuentran ordenadas por el código postal belga de la brasserie donde fueron elaboradas.

Algunas piezas de la colección atesoran décadas de historia, como la que se puede observar en la imagen de 1912.

Muchas de las estanterías se encuentran cubiertas por gruesas lonas de plástico a fin de preservar las piezas que se encuentran en ellas. Otras botellas sin embargo se encuentran al descubierto, como algunas series de principios del siglo XX, dejando que se acumule el polvo en ellas, lo que les dota de un aire de antigüedad y misterio. Lo cierto es que el lugar rezuma historia, y desprende el encanto de lo antiguo y decadente, lo que le añade un singular atractivo que apreciarán los visitantes más nostálgicos.

El museo también cuenta con un café-bar en el interior donde se puede consumir alguna de las más de 800 referencias distintas que ofrecen.

El museo además cuenta con un pequeño bar donde es posible degustar alguna de las más de 800 referencias de las que disponen para consumir en el propio local, o para ser compradas. El museo de hecho también funciona como lugar de reunión para cerveceros, que compran e intercambian piezas para sus respectivas colecciones. De forma periódica la asociación que preside Christianne organiza encuentros cerveceros en el museo que logran atraer a coleccionistas del mundo entero.

Las botellas se encuentran situadas tras lonas de plástico protectoras para facilitar la conservación de las numerosas piezas de la colección.

Sin embargo, a pesar de los más de 20 años de historia en los que el museo ha permanecido abierto al público, corre el riego de ser cerrado por problemas financieros. No son pocos los interesados en que el museo continúe abierto. Canadienses, estadounidenses han querido comprar el museo,  e incluso reconstruirlo en otro lugar, trasladándolo piedra a piedra como en el caso de los japoneses. De momento continúa abierto durante los fines de semana y festivos de 11 a 19, aunque se recomienda llamar con antelación. Y lo mejor de todo: la entrada es gratuita. 

Algunas de las botellas de 75 que disponían para venta y consumo. Muchas de ellas totalmente desconocidas en el mercado español.

Dinant...

Tras la visita al museo, me dirigí hacia Dinant, para disfrutar de sus múltiples encantos. Dinant es una pequeña ciudad valona llena de encanto y belleza con algo más de 14.000 habitantes. Sin duda es una ciudad que no debe faltar en cualquier ruta que se programe para visitar Valonia. Gran parte de su belleza y singularidad se la otorga su ubicación, a orillas del río Mosa encajonada entre grandes peñascos y montañas rocosas. Por este motivo Dinant es conocida como "la Hija del Mosa". Este río fue durante la Edad Media una importante vía fluvial navegable, que permitía el transporte de mercancías de su próspera actividad comercial. Hoy en día hay varias compañías que ofrecen la posibilidad de dar un paseo en barco por el río Mosa.

La primeras menciones a Dinant datan del siglo VII, siendo mencionada como asentamiento a orillas del río. Dada su estratégica situación en la ribera del Mosa, alcanzó una gran importancia rápidamente, siendo una de las principales poblaciones de la región. Ya en el siglo XI contaba con su propia Iglesia, un puente de piedra, un mercado y una primera fortificación para la defensa de la ciudad y vigilancia del río. Su privilegiada ubicación también la puso en el punto de mira de asedios e invasiones en diferentes contiendas bélicas a lo largo de la Historia. En la actualidad es la segunda población más importante de la región de Namur.

Una de las panorámicas más conocidas de la ciudad de Dinant. No por ello resulta menos bella.

Dinant es muy conocida no sólo por sus espectaculares vistas sino por su hijo más ilustre, Adoplhe Sax (1814-1894), el inventor del saxofón, algo que queda patente a lo largo de toda la ciudad, por lo que los amantes del jazz pueden rendir su particular homenaje al instrumento y su creador. Si cruzamos el Puente Charles de Galle podemos contemplar al aire libre una colorida y vistosa exposición de 28 esculturas de saxofones de gran tamaño, realizadas por Rafael López Garcinuño, y cuya decoración simboliza cada uno de los países miembros de la Unión Europea. 

El puente Charles de Galle que une ambas orillas del río Mosa, donde se pueden contemplar diferentes esculturas de enormes saxofones.

Esta exposición se creó con motivo del 160 aniversario del nacimiento del inventor del saxofón en 2010, y aún es posible contemplarla. También es posible visitar la Maison Sax, la casa donde vivió y trabajó el genial músico, y que hoy funciona como Museo del Saxofón, un espacio dedicado a la historia de este instrumento y su inventor. Una visita imprescindible, si tenemos en cuenta que además la entrada es gratuita. Otro lugar de interés es la Maison de la Pataphonie, un museo relacionado con el mundo del sonido y la musicalidad, donde cobran un particular protagonismo objetos de carácter cotidiano transformados en instrumentos musicales.

El saxofón omnipresente en muchos de los rincones de la ciudad de Dinant, la cuna de su inventor Adolph Sax.

Otra visita imprescindible es la Ciudadela, una fortificación construida en el año 1048 sobre el peñón Bayart, dominando la panorámica sobre el río Mosa, a la que se puede acceder bien subiendo los más de 400 escalones que hay hasta la cima, o bien mediante teleférico. 
La fortaleza original fue mandad construir por el obispo de príncipe obispo de Lieja, pero con el paso de los siglos fue demolida y reconstruida de nuevo en varias ocasiones hasta lograr su aspecto actual que se remonta 1818.

Impresionantes vistas desde lo alto de la ciudadela de Dinant, con la ciudad y el río Mosa abajo.

Aparte de las impresionantes vistas, en la Ciudadela se puede visitar una exposición sobre la historia de la ciudad y un Museo de Armas, donde se exhiben sables y antiguas armas de fuego, como mosquetones y trabucos desde la Alta Edad Media hasta la II Guerra Mundial. Destaca además la exposición relativa a los acontecimientos que tuvieron lugar en la propia ciudad durante la invasión que sufrió por los alemanes durante la I Guerra Mundial, de la que se cumplía el centenario en 2014.

Mural de la exposición dedicada a la I Guerra Mundial que representa la invasión de la ciudad por el ejército alemán.

Aparte de la exposición y del museo, un paseo por el recinto nos lleva a recorrer algunas de sus estancias como el patio de armas, donde hay algunos cañones antiguos, el polvorín, el puente levadizo, los búnkeres, los calabozos, las cocinas y la panadería.
Pero sin duda el principal atractivo de la Ciudadela es poder contemplar las bellas vistas de las que dispone, las mejores de la ciudad junto con las que se pueden disfrutar desde el otro lado del río, cruzando el mencionado puente Charles de Gaulle.

Interior del templo de la colegiata de Notre-Dame donde destaca un hermoso conjunto de vidrieras.

En el caso urbano, también destacan algunos otros lugares de interés como por ejemplo, la Colegiata de Notre-Dame, construida en estilo gótico a los pies de la Ciudadela, y cuya fachada principal suele aparecer en las panorámicas típicas de la ciudad, donde destaca su campanario con forma de bulbo. En su interior destacan un púlpito del siglo XVIII y sus llamativas vidrieras.

En los alrededores de la ciudad también hay un algunos atractivos turísticos, que en caso de disponer el tiempo suficiente pueden suponer una opción interesante como por ejemplo, la cueva de Merveilleuse, una de las grutas más importantes de Bélgica o los cercanos castillos de Celles-Vêves, Lavaux-Sainte-Anne y Freÿr.

En el terreno gastronómico Dinant es conocido también por dos productos: Por un lado, la "Couque de Dinant", una tradición de la pastelería Jacobs de Dinant. Se trata de una gran galleta, hecha a base de harina de trigo, miel pura y azúcar, que tiene la fama de ser la más dura del mundo, y por otra parte, por supuesto la cerveza, ya que en la ciudad y su comarca se encuentran lugares tan emblemáticos para los aficionados cerveceros como la abadía de Leffe y las brasseries Caracole y du Bocq entre otras.

Leffe...

Leffe fue mi última cita de la jornada tras la visita de los principales atractivos de Dinant. Estamos hablando sin duda una de las cervezas de abadía más conocidas de todo Bélgica. El origen de sus populares cervezas se remonta al siglo XII cuando fue construida la Abadía de Notre Dame por una comunidad de monjes premonstratenses en las cercanías de la ciudad de Dinant, en la confluencia de los rías Mosa y el Leffe (que daría nombre posteriormente a la abadía). La abadía fue durante siglos un centro de producción cervecera en la región. Los monjes de la abadía elaboraron cerveza según dictaba su tradición hasta que en 1796 la abadía fue expropiada por el estado francés, como consecuencia de las políticas anticlericales de los gobiernos que sucedieron a la Revolución Francesa. Finalmente en 1809 se suspendió la actividad cervecera en la abadía y fue vendida en 1816 para transformarla en un taller. En 1929 se restableció la abadía, pero aún no su funcionamiento como fábrica de cerveza que no fue recuperado hasta década de los 50, cuando el abad de la abadía, Nys, llegó a un acuerdo con el maestro cervecero de Bruselas, Albert Lootvet, para reanudar la producción cervecera en la abadía, aplicando las mismas recetas que utilizaron los monjes desde la Edad Media. En la actualidad Leffe pertenece al macrogrupo cervecero AB Inbev, y ya no es fabricada en la abadía, sino en la fábrica de Stella Artois de Lovaina, aunque continúan respetando la esencia del carácter de sus cervezas, basándose en el conocimiento que mantuvieron los monjes durante tantos años en materia cervecera.

Cartel que anunciaba el museo dedicado a la cerveza Leffe en el Hotel La Merveilleuse.

A pesar de que el edificio de la abadía de Leffe fue declarado "Edificio de Interés Histórico" en 1937, sólo es visitable una pequeña parte del edificio, que corresponde a un patio interior y la antigua biblioteca de la abadía. Además las visitas se encuentran restringidas a tan sólo los miércoles y los domingos a las 15:00, aunque la entrada es gratuita. La limitación de las visitas se debe a que la comunidad de religiosos que continúa viviendo en la abadía, pretende salvaguardar la atmósfera espiritual de paz y sosiego que necesitan para su vida de oración. Si embargo el aficionado cervecero puede realizar la visita al Museo Leffe de Dinant, ubicado en el interior del Hotel La Marveilleuse, ubicado en lo que fue a su ve un antiguo monasterio, un lugar sin duda mucho más interesante para los fieles seguidores de la marca.

La sala principal del museo hace sentir al público como si estuviera en el interior de una iglesia.

Por un precio de siete euros nos podemos adentrar en la historia de la abadía de Leffe, su tradición cervecera y el proceso de elaboración de sus cervezas a través de una excelente y didáctica exposición que cuenta con los mejores y más innovadores medios y ambientada de forma magnífica, ya que por un momento parece que estuviéramos en la nave central de una iglesia, rodeados de vidrieras, y las capillas hubieran sido sustituidas por en objetos de exposición, vídeos interactivos, pantallas táctiles y paneles informativos, que permiten al visitante conocer la artesanía y tradición que hay tras las cervezas Leffe.

Uno de los interesante vídeos interactivos del museo originalmente proyectado en una pantalla plana camuflada en un cuadro.

Dentro del museo llama especialmente la atención la mimetización de las pantallas donde se proyectan los vídeos en el interior de ornamentados marcos de cuadro, o la posibilidad de oler mediante un curioso mecanismo, los diferentes ingredientes que forman parte de las cervezas, desde la malta hasta el lúpulo y las especias, tan habituales en la tradición cervecera belga, y que ayuda a identificarlos y asociarlos con los que se pueden encontrar en cada una de las variedades de Leffe.

El museo contaba con archivo fotográfico e instrumental antiguo perteneciente a la fábrica de cerveza de la abadía.

Además la exposición cuenta con un buen número de valiosas piezas históricas de instrumental utilizado en otras épocas para la elaboración de cerveza en la abadía, así como una muestra representativa de fotografías que reflejan el modo en el que se trabajaba en la fábrica de cerveza de la abadía.

La gama de Leffe al completo en formato de 33 cl.

La visita cuenta además con la posibilidad de realizar una degustación  de 3 cervezas a elegir de entre las 9 variedades de Leffe producidas actualmente:
Blond, una suave cerveza rubia de abadía con 6,6º de alcohol.
Brune, una dulce, tostada y afrutada cerveza de abadía con cierto cuerpo y con 6,5º.
Royale, una particular blond belga de 7,6º, de matices afrutados, cítricos y florales, en la que se usan tres variedades de lúpulo.
Ruby, una cerveza de color rojizo, y marcado acento afrutado con notas a frutos rojos, bayas y flores, con tan sólo 5º de alcohol.
Nectar, una suave cerveza rubia con un delicado toque de levadura y miel y 5,5º de alcohol, que hacen de ella una cerveza fácil y agradable de beber.
Radieuse, una cerveza especial, de color cobrizo y sabor agridulce, especiado y alicorado, gracias a sus 8,2º. 
Rituel 9, una potente cerveza, de firme cuerpo y sabor intenso afrutado y especiado con 9º de alcohol.
Tripel, una cerveza robusta de color ambarino y abundantes notas de levadura y fruta con 8,5º de alcohol.
Kerst o Christmas, la edición especial de navidad con 6,6º, y gusto a caramelo y clavo,que la hacen ideal para la temporada de invierno.

Las 3 variedades elegidas para la degustación: Ruby, Royale y Christmas.

La visita finaliza con la entrega de un bonito obsequio especialmente valorado por los coleccionistas de cristalería cervecera, una copa de vidrio en forma de cáliz con el logo de la abadía de Leffe grabado en ella, junto con una botella de cerveza de 33cl. a elección del visitante de entre todo el portfolio de la marca. 

Y con esta visita finalizó mi jornada, regresando al hotel para cenar y descansar. El hotel elegido para alojarme en la zona fue el Hotel Castel de Pont-à-Lesse de la cadena Best Western, un antiguo palacete situado en un precioso entorno natural en las afueras de Dinant, y que cuenta con un buen número de comodidades como por ejemplo una estupenda piscina climatizada, para relajarse tras una larga jornada de visitas.

La cerveza elegida para la cena, la Gauloise Blonde, de la brasserie Du Bocq, con un increíble aspecto servida en su copa.

También cuenta con un restaurante que dispone de buena cocina, por si se desea comer o cenar en el propio hotel, sin necesidad de desplazarse al centro de la ciudad. En mi caso disfruté de una cena con menú preparado a base de platos de verduras y pescado exquisitamente cocinados, y rematado por un original postre consistente en un sorbete de frutos rojos con una presentación nada convencional. Para acompañar la cena, elegí una de las cervezas de la zona.  La Gauloise Blond producida por la Brasserie du Bocq, una efervescente blond belga, de generosa espuma blanca y con sauves matices a piel de naranja, peras y levadura, con el complemento de las especias en boca, un toque de pimienta que junto con el vivaz carbónico acentúa la sensación burbujeante y picante en boca. Una buena cerveza que funciona bien como aperitivo para despertar el apetito, pero que se queda algún escalón por debajo de otras blond belgas que probé durante el viaje.

Tras la cena me esperaba al día siguiente una jornada completa, con visita a 3 brasseries: la modesta fábrica de St. Monon, Achouffe, y Caracole, que detallaré en mi próximo post.

Comentarios

  1. MADREMIA MADREMIA QUE PEDAZO DE DIA TE HAS MARCADO COMPAÑERO!!!
    BUFFFFF, ME INUNDAS A DATOS TIO, GENIAL. GENIAL TE LO HAS TENIDO QUE PASAR CLARO JAJAJAJA.
    TANTO EL MUSEO, COMO DINANT, COMO LEFFE, COMO MAREDSOUS, TIENEN UNA PINTA GENIAL.
    ENHORABUENA POR EL POST, REALMENTE GENIAL. ;D

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    1. Me alegro que te haya gustado. Muchas gracias compañero! :) Un día deberíamos montar un viaje cervecero hacia Bélgica entre los bloggers, planificarlo bien, poder ir a algún festival, visitar alguna fábrica y de paso hacer turismo. Lo íbamos a pasar en grande. Ahí lo dejo caer... ;) Un abrazo.

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