Érase una etiqueta pegada a una cerveza


La entrada de hoy va a estar dedicada al que quizás sea el elemento más importante dentro del marketing de una cerveza: la etiqueta. Algunos lo podrán considerar como un mero elemento identificativo de la marca y el tipo de cerveza que contiene el envase donde aparece el etiquetado. Pero es probable que la mayoría de los aficionados cerveceros piensen como yo y consideren a la etiqueta como algo más importante. De hecho el principal reclamo inicial que influye en nuestro interés por una cerveza determinada es la etiqueta. Porque no nos engañemos, cuando uno acude a una tienda de cervezas, o ve el catálogo de una tienda virtual, o incluso cuando va un bar para tomar una cerveza, lo primero en lo que nos fijamos es en su etiqueta, siempre y cuando no conozcamos la cerveza y no tengamos referencias de ella, claro está. De hecho puede ocurrir que una cerveza mediocre y anodina pueda triunfar gracias a una buena etiqueta y su correspondiente campaña de imagen. Puedo dar fe de más de un caso de estos.
Evidentemente los amantes de la cerveza lo que buscamos es ante todo calidad, y solemos optar por aquellas referencias que nos hayan recomendado previamente, o sobre las que hayamos oído hablar de forma positiva, o leído buenas críticas acerca de ella. Particularmente antepongo siempre este criterio a la hora de comprar y beber una cerveza que no haya probado antes. Pero en aquellos casos en los que las cervezas que tenemos ante nosotros son desconocidas y carecemos de opiniones sobre ella, resulta lógico sentirse tentado a decidirse por aquella que nos parezca más atractiva su etiqueta. Aparte del atractivo visual del diseño de la etiqueta en sí e información sobre el producto, las etiquetas consiguen transmitirnos en muchos casos la filosofía y los valores de la firma que lo respalda, con lo cual es un elemento fundamental a la hora de vender no sólo el producto sino la propia imagen de la cervecera.

Un poco de historia
Dado que la materia prima con la que se elabora la etiqueta es el papel, no es hasta la aparición de este material, cuando comienzan de verdad a florecer las etiquetas sobre los productos con los que se comerciaba. Anteriormente lo que se hacía era tratar de identificar los productos en sus envases, mediante marcas grabadas efectuadas manualmente, como hicieron los fenicios, los primeros grandes comerciantes de la historia. También hay constancia de que los boticarios romanos vendían sus hierbas en frascos con el nombre de la hierba y el vendedor. Con la invención de la imprenta, se consiguieron dos cosas: que  la fabricación de papel se abaratara y que fuera posible imprimirlo en serie. De esta forma en Europa comienzan a aparecer las primeras etiquetas de las que se tiene constancia en el siglo XVI. Las primeras etiquetas consistían en diseños simples colocados en el centro de una faja de papel. El alemán Andreas Benhart fue el primero en fabricar esta fajas de papel, a modo de etiquetas en 1550. Pero el gran empuje para la industria gráfica sucede a finales del siglo XVIII al comienzo de la Revolución Industrial, cuando se produjo la aparición de dos inventos en 1798, que marcaron un antes y un después en el etiquetado de los productos: la máquina de hacer papel del francés Nicolás Luis Robert, y la litografía del alemán Alois Senefelder.


Hacia el año 1830, gracias a estos dos inventos, las etiquetas eran utilizadas de forma masiva en los productos comercializados en todo tipo de envases. Más adelante se produjo otro avance crucial en la industria gráfica, tan determinante como los dos anteriores: la impresión en color. Ello permitió cambiar las insulsas etiquetas monocromáticas anteriores en llamativas y vistosas etiquetas con múltiples colores, mucho más atractivas, por lo que comenzaron a utilizarse no sólo como elemento identificativo con un objetivo informativo, sino como elemento publicitario y de marketing con el fin de captar la atención del público.
Los fabricantes de chocolate fueron los primeros en utilizar las etiquetas como reclamo, principalmente en las campañas de Pascua y Navidad. La etiqueta pues se convirtió con el paso del tiempo en un elemento con un valor promocional increíble, utilizado ya a finales del siglo XIX en bebidas alcohólicas como los vinos franceses, y las cervezas británicas, cuyo máximo exponente en estas lides fue la irlandesa Guinness y su célebre arpa dorada.

En España, las primeras etiquetas en botellas de cerveza datan de finales del siglo XIX, concretamente las de la marca Cruz Blanca ubicada en Santander. Así ya en los primeros años del siglo XX resultaba muy frecuente que las botellas de las cerveceras españolas colocasen sus etiquetas a pesar de que la mayoría de las botellas ya llevasen con antelación y en relieve el nombre del fabricante. A comienzos de los años 20, todos los fabricantes de cerveza acuerdan un único modelo de botellas, sin marcas y con tres capacidades diferentes, lo que  hace obligatorio el uso de la etiqueta para distinguir las diferentes cervezas.

Más tarde en torno a los años 50 se optó por otra forma de "etiquetar" los productos, que era serigrafiando el vidrio de la botella, práctica que se mantuvo hasta comienzos de los años 80. Quién no recuerda los botellines serigrafiados de Mahou? La necesidad de incluir mayor información en el etiquetado como los ingredientes y la fecha de caducidad entre otros, provocó que se volviera a la etiqueta de papel, abandonando la serigrafía de las botellas, aunque algunas cerveceras sigan manteniendo esta técnica para tratar de obtener una imagen de distinción y calidad, como en el caso de la Ambar con su cerveza Caesar Augusta.

Actualmente las etiquetas desempeñan un rol crucial, tal y como apuntaba al comienzo de la entrada, para las ventas dado que permite atraer al consumidor que tiene frente a sí un amplio abanico de productos donde elegir. El público se verá o no atraído por la etiqueta en cuestión, según el grado de identificación que mantenga con ella y la diferenciación respecto a la competencia.
Como se puede comprobar fácilmente, la función inicial de la etiqueta ha evolucionado, y no sólo debe identificar el contenido y el fabricante, sino que además intenta vendernos el producto, por lo que el diseño de la etiqueta forma parte fundamental del proceso de marketing.

Al margen del lógico interés comercial que tienen las etiquetas para las cerveceras, es un elemento de gran atractivo para los aficionados y los coleccionistas.
A mi particularmente, dentro del universo de la cerveza es uno de los elementos que me parece más llamativo, y de hecho supone uno de los principales objetos  de coleccionismo cervecero que mayor número de seguidores tiene junto con las chapas, por lo que no es nada aventurado pensar que la etiqueta de la cerveza y la imagen que se transmite de ella, tienen vital importancia desde el punto de vista comercial, lo que nos lleva de nuevo por ese camino a explicar el por qué cada vez más, las nuevas cerveceras trabajan mucho este aspecto, llegando a diseñar etiquetas que particularmente consideraría cercanas al concepto de obra de arte, como es el caso de algunas cerveceras como Wychwood, Orkney, Unibroue, Alaskan, Lost Abbey, etc. Pero también tenemos el extremo contrario, como el caso de la trapense Westvleteren, y sus emblemáticas botellas sin etiqueta. En este último caso, la excelente reputación elevada casi al grado de mito de sus cervezas, en especial la Westvleteren 12, es más que suficiente para que pueda prescindir de la etiqueta, y su seña de identidad, aparte de la calidad, es precisamente esa, la de carecer de etiqueta, ya que trata de transmitirnos la filosofía de la abadía que la elabora, que es alejarse de las prácticas comerciales habituales, y mantener una producción más o menos limitada, cuyos beneficios vayan destinados a la propia abadía y obras benéficas región.
Están las etiquetas de las grandes compañías cerveceras internacionales, cuyo principal propósito es el de crear una imagen distinguible y claramente identificable del producto mediante un logo con una tipografía específica, de forma que sean reconocidas prácticamente en cualquier lugar del mundo. Los ejemplos más claros, los encontramos en  Heineken, Carlsberg o Guinness, entre otras. 





Hay algunas cerveceras cuyas etiquetas de diseños minimalistas o con tipografía moderna, tratan de transmitir una imagen de pragmatismo, modernidad o eclecticismo, como la galesa Otley o la australiana McLaren.





Otras, sin embargo optan por incluir una tipografía de corte clásico, como letras góticas, y elementos emblemáticos medievales, para hacer referencia a los antiguos orígenes de la receta de la cerveza, como en el caso de las cervezas de abadía belgas, como la St Feullien o en muchas cervezas alemanas, como la Augustiner.






Otras optan por la provocación como las etiquetas de la estadounidense Flying Dog, que han llegado a estar censuradas.




Otras cerveceras tratan de transmitir una imagen desenfadada y divertida haciendo uso de etiquetas que contienen elementos humorísticos y caricaturescos como las de la sueca Hantvergksbryggeriet o la belga Smisje.




Otras se ajustan a los cánones de una corriente artística y son una prolongación de ella, tratando de identificar la cerveza con un país, región o una ciudad en una época determinada donde ese estilo experimentó un mayor desarrollo, dando lugar a una estética determinada, como el caso de las maravillosas etiquetas en art noveau de la belga Lindemans o las etiquetas con estética celta  de la escocesa William Brothers.



Otras representan elementos de temática fantástica, o histórica, creando verdaderas maravillas artísticas de gran colorido y realismo, como en el caso de las canadienses de Unibroue y las norteamericanas Lost Abbey, entre otras muchas.



Como se puede comprobar la variedad es increíble. Sólo he querido dejar una muy pequeña muestra abarcando eso sí, diferentes estilos ya que es todo un mundo vasto y fascinante, que ha enganchado y sigue enganchando a miles y miles de cerveceros en todo el mundo. 
Y en vuestro caso, cuáles son las etiquetas que más os gustan o que os han llamado la atención?

Comentarios

  1. En primer lugar, CHAPEAU (y no refiriéndome a la cerveza belgas de frutas...). Muy buen artículo sobre un mundo que más que volverme loco, que me quita horas de sueño, pero que me devuelve la salud (implementada varias veces) cada vez que consigo algo que pensaba imposible.

    Para los que somos coleccionistas, por desgracia, he de reconocer que algunas veces prima la etiqueta al contenido y es que una etiqueta de Sri Lanka, Mongolia o Kenia, por "vomitiva" (y perdón por la expresión) que sea, casi siempre caerá antes que una cerveza más fácil de conseguir. No es racional, no le intentes dar explicación. Es como las fobias pero al revés...

    Sobre las etiquetas que más me gustan, pues por desgracia me es totalmente imposible dar un nombre concreto. De quedarme con algunas, quizás las viejas centroeuropeas, muy recargadas, con motivos florales y letras góticas... no sé, eso del papel viejo que me atrae (las nuevas, muchas adhesivas, me parece que les falta algo). Aunque he de reconocer que casi cualquier etiqueta por curioso que sea el motivo me lanza compulsivamente a por ella.

    Un abrazo.

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  2. Opino como Pau, muy buen artículo. Además ha despertado mi gusanillo coleccionista y cervecero al volver a ver las de Augustinerbräu, que siempre me han gustado especialmente.

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  3. Me alegro de que os haya gustado la entrada. Llevaba un tiempo queriendo escribir una sobre el tema, porque las etiquetas de cervezas, siempre me han fascinado, aunque no he llegado a decidirme para coleccionarlas. Ya son varios los artículos que colecciono: latas, chapas, posavasos, jarras, etc., pero las etiquetas siguen "sin formar parte del club", quién sabe en un futuro si me decido también por coleccionarlas. Salu2!

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  4. Hola, me gustaría saber cómo hace para quitar las etiquetas sin destrozarlas en el proceso :-)

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    1. Hola Daniel,
      pues depende un poco del tipo de etiqueta. Las que son de papel o las adhesivas son las más complicadas, unas por deshacerse, y las otras por lo pegadas que se encuentran a la botella. El proceso en general que puedes seguir es llenar un recipiente con agua caliente pero tampoco hirviendo. Humedeces la botella pasando los dedos por encima de la etiqueta para que se quede bien empapada y después la sumerges en el recipiente y las dejas durante un rato. En muchos casos se desprende sola, en otros simplemente es tirar con suavidad para despegarla. Y en otros casos si está muy pegada, y parece como que parte de la etiqueta (la capa externa) se desprende y la otra (la interna que lleva el pegamento) se queda unida al cristal, puedes usar un rascador de vitrocerámica para ir poco a poco despegando esa parte pegajosa, y evitar que tire de la capa externa para que no se rompa. En este caso es cuestión de maña y paciencia. Pero como te digo las de papel normal, como sucede en algunas belgas, al humedecerlas se deshacen por completo y son complicadas. Por suerte son las menos. Y con algunas británicas que son fuertemente adhesivas es cuestión de tirar con firmeza, pero a la vez con cuidado para no estropearlas. Espero que te haya servido de ayuda mis consejos. Ya me cuentas que tal se te va dando con las siguientes que vayas quitando. Un saludo.

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    2. Muchas gracias por responder.

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  5. Muy bonito el estudio sobre las etiquetas de cerveza, muy bien narrado, interesante a todas luces, muchas gracias por colgarlo.

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  9. Hola, soy coleccionista de etiquetas y estoy haciendo una de temática de mitología nórdica, me ha encantado el artículo, es muy interesante, yo para conseguirlas, me pongo en contacto con los productores y te las suelen enviar si les es posible, te atienden siempre con amabilidad, las que no pueda conseguir así lo haré más tradicionalmente, directamente de las botellas, un saludo.

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